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Peazo d’artículo
Martes 24 de mayo de 2011, por
Llevo un rato largo mirando por la ventana. Es de noche y no se consiguen ver las estrellas, pero mirando la bóveda celeste oscura y aparentemente vacía, mis dedos se relajan y mi cerebro empieza a esbozar éste artículo.
Ya lo dijo un inglés antes que yo, ser o no ser; programar o ser programado. Mientras comes de tu plato, duermes en tu cama, visitas tu muro o escuchas tu televisión, lo haces mostrando pleitesía a un poderoso señor, haciendo lo necesario para que no se fije demasiado en ti y rezando a un dios inexistente para que sean otros los que destaquen. Mientras miles de millones de euros son invertidos en salvar la banca privada, tan solo con un 5% de ése dinero todo el planeta tendría acceso a agua potable. ¿Cómo hemos llegado a la situación de apoyar ciegamente guerras que no tienen como objeto otra cosa que servir como escenario a los bailes de nuestros despiadados amos? ¿Amos? Sí, amos.
Propietarios de lo que tienes, de lo que comes, de lo que vistes y hasta de lo que piensas. Necesarios por el mundo inhóspito e ingrato que habitamos, se muestran como salvadores, redentores y valedores que llevan por donde pasan su máxima creación: la democracia. Amparados por organismos internacionales, imparciales, benignos y pacifistas. Usando armas que disparan flores, repartiendo abrazos y sonriendo a la vida. ¿Perfecto no? Pues no, porque la realidad no es ésa; no les perteneces para protegerte, les perteneces para esclavizarte. No vivimos en un mundo inhóspito o peligroso, vivimos en un planeta acojonante, lo suficientemente cerca de una estrella para no congelarnos y lo suficientemente lejos para no chamuscarnos. Se amparan en organismos internacionales, pero no son parciales sino dictatoriales, no son benignos sino malvados y no son pacifistas sino terroristas. Usan armas, pero no disparan flores sino gas mostaza, no reparten abrazos sino estrangulaciones y no sonríen a la vida sino que se burlan de ella. No llevan la democracia por donde pasan, sino muerte, dolor y destrucción; y tú eres su siervo.
Bajo una inmensa y mostruosa máquina de persuasión te asustan, te encierran, te hacen dar las gracias por poder servirles y te impiden pensar. Los eufemismos sobran, a crímenes de guerra se les llama operaciones de liberación; a asesinatos de civiles, daños colaterales; a atrocidades contra la humanidad, operaciones militares y a crisis económicas mundiales, desaceleraciones. Te hacen creer que hay organizaciones terroristas que operan en países lejanos, formados por personas extrañas que hablan árabe y lucen turbantes. Te bombardean con informaciones falsas, que después se demuestran que fueron invenciones, pero mientras la rectificación la explican una vez, te han dicho 10.000 veces que Bin Laden ha muerto. La verdad es que tienes más en común con un granjero iraquí que con un multimillonario español; el terrorista está en casa, se llama Banco Santander, ING Direct, Banco Central u OTAN.
También te entretienen con millonarios que patean balones de cuero, con galas de cantantes de silicona, concursos de gente idiotizada o religiones y credos inventados. Cada día destruyen tu integridad, que por las mañanas y cual ave fénix intenta hacerte ver la realidad. Pero es complicado comprender que en Irak han muerto 1.000.000 de personas, porque no hueles la sangre ni las vísceras, no sientes la bomba cayendo ni la bala impactando en tu pecho, no lloras por el humo de tu casa ardiendo. Eres asesino a distancia, has dejado caer la bomba, has dejado apretar el gatillo y has dejado quemarse la casa. Mientras tanto, te contentas con comprar el último modelo de la última chorrada, te contentas con ver el último capítulo de tu serie favorita, te contentas con que tus amigos vean en la red social lo morenita que te has puesto durante las vacaciones. Te contaré un secreto, no estás aquí para ir a un cielo o a un infierno, estás para vivir, y vivir cuando ha perdido su sentido no es vivir, es maldecir.
Por eso mantengo la disyuntiva entre programar o ser programado; porque mientras todo lo demás se desploma y nada se derrumba, hay un reino en el que se incentiva el pensamiento crítico, en el que no eres juzgado por tu aspecto físico sino por tu sentido común, en el que no hace falta matar para ser escuchado, en el que puedes pensar y ser comprendido, hablo del ciberespacio, el único lugar donde toda la mierda impuesta no existe, donde puedes ver el mundo despojado de su disfraz “cívico”.
Cuando se inventaron tecnologías para reproducir animaciones en una página web, se jodió todo. Las empresas se abalanzaron sobre lo que pensaban que era otro soporte más sobre el que promocionarse. Pero lo que en ése momento era internet no servía para anunciar una maquinilla de afeitar, servía para dejar de degustar la mierda que nos dan de comer. Y aún hoy lo sigue siendo, pero mientras la mayoría piensa que internet es sinónimo de Feizbuk, mientras las comunidades deliberativas han sido reducidas a escombros y abundan a sus anchas empresas que no dudan en hacer dinero estafando, los que intentamos programar somos pocos y los programados son muchos.
Mientras los tecnócratas abundan y los blogs que informan de la última chorrada sobre la última gilipollez de la última empresa aparecen como setas, gente desinteresada que intenta comprender cómo funciona un protocolo de comunicación, un lenguaje de programación o un algoritmo de autenticación son retratados como terroristas de estado. Porque es peligroso que intenten aprender, porque es peligroso que intenten vivir, porque es peligroso que pasen de ser parte pasiva a activa, porque es peligroso que pasen de ser programados a programadores.
Como dice Mago de Oz, la verdadera Atlántida éramos nosotros. Se nos olvidó hace mucho, e imaginando las estrellas ésta noche lo he vuelto a recordar. Si quieres hacer algo, intenta programar tu destino en soledad, porque solo tú eres tu salvación.
Ver en línea : Programar o ser programados